Llega el verano… Llegan los tés frios.

En 1904 un comerciante inglés de té, llamado Richard Blechynden, se instaló en un stand de la Exposición Universal de San Luis : su objetivo era promover en América el té negro de la India. Era verano y hacía mucho calor; por lo que los visitantes no hacían cola para probar la hirviente infusión.
Poseido por una súbita inspiración, el inglés fue a buscar cubitos de hielo, los echó en un vaso con su preciado té. Encontrando el invento más que aceptable se dispuso a servirselo a una multitud, solícita a partir de entonces. El té frío había nacido, e iba a conocer un éxito considerable, al principio, en Estados Unidos, después en el mundo entero. De todas formas al margen de que este fuera el origen del té frío, nosotros consideramos que esta forma de prepararlo no es la más adecuada para aprovechar al máximo las características organolépticas de los tés. La mejor manera de preparar un buen té frío es la maceración de hojas enteras.
Nuestra recomendación: agua a temperatura ambiente, añadir la misma cantidad de té que añadiríamos si fuéramos a hacer una infusión en tetera, guardarla unas seis horas en el frigorífico. De esta forma, obtendremos una bebida plena de sabor pero mucho mas débil en taninos de lo que podría pensarse por el tiempo de infusión e ideal para mezclarla con zumos. Cada día en nuestras tiendas, durante los meses de verano, podéis probar las distintas alternativas a partir de cada uno de los tés de nuestro catálogo.